Diálogos Alcoyanos (I). Ruido en la calle Santa Bárbara

El periódico «La Patria Chica» incluía entre sus páginas una sección titulada «Diálogos Alcoyanos», en la cual, con algo de humor, recreaban conversaciones entre dos personas sobre los temas de actualidad y quejas dirigidas al gobierno municipal. Estos extractos nos sirven para conocer las preocupaciones cotidianas de aquel momento, y de una manera más cercana.


El siguiente «Diálogo» trata sobre el ruido que hacía una perrera situada en la calle de Santa Bárbara, hoy Mosén Rafel de l’Ave Maria.

— Les salta la razón por encima de la cabeza, como vulgarmente se dice, amigo Jorge, para quejarse a los vecinos de la calle de Santa Bárbara. De noche no hay quien pueda dormir en dicha calle.
— Pero ¿por qué motivo?
— Pues por el motivo sencillo, de que el Ayuntamiento ha establecido en la casa número 26 de la calle en cuestión, la perrera municipal, y a media noche se sienten músicos los perros prisioneros, y comienzan a ladrar desesperados en forma coral, excusando decirte el efecto que en los pobres vecinos, producirá a semejantes horas, una serenata u orfeón canino.
— ¡Hombre! sí que es una guasa para la pobre gente que vive en la calle de Santa Barbara lo que me acabas de decir. Pero si eso debe estar prohibido por las ordenanzas municipales. ¿Adonde
íbamos a parar si los vecinos no tuvieran derecho a que se le respetaran las horas del natural y legítimo descanso?
— Mira Jorge, déjate de filosofías y de ordenanzas municipales. Haya o no haya derecho, la perrera municipal está establecida en la casa número 26 de la calle de Santa Barbara, como ya antes te he dicho, y los vecinos siguen sin poder dormir, con, o sin derecho a que se les moleste.
— Pero hombre, ¿y no hay otro sitio más adecuado para el depósito de los canes?
— Debe haberlo seguramente; y sino le hay a propósito, cosa que dudo, en las afueras de la población y en sitio público y oportuno, donde no se moleste a nadie, se debían levantar cuatro malas tablas o tabiques y un tejadillo cualquiera, y resuelto el conflicto; porque un edificio para semejantes huéspedes, no creo que exija sacrificio alguno; pero si no lo quieren hacer, ó buscar un edificio al propósito, figúrate que no he dicho nada.
— Pero hombre, ¿y esos benditos vecinos, por qué no se quejan a la Alcaldía? Estoy seguro que serían debidamente atendidos en su justa petición.
— Así lo creo yo también.
— ¿Quieres que se lo digamos nosotros al señor Alcalde?
— Corriente.
— Pues vamos allá.

La Patria Chica, 12 de mayo de 1898

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