Hemeroteca: ¿Vender el Paseo de Cervantes para edificar?

En la edición del periódico «El Serpis» del 31 de octubre de 1882, se publica un editorial en el cual se propone una solución para acelerar la ejecución del Proyecto de Ensanche y Rectificación, aprobado cuatro años antes. Este consiste en, por un lado, facilitar desde el Ayuntamiento a la iniciativa privada los trabajos de urbanización, y por otro, dedicar el espacio ocupado por el actual Paseo de Cervantes (entonces era el Paseo del Puente) para edificar viviendas, y trasladar la zona de paseo a otro lugar.

Hoy en día sería impensable considerar que el Paseo pudiera dedicarse a la construcción de casas, y parece que en 1882 tampoco se debió considerar oportuno. Aún así, hay que tener en cuenta que, como dice el artículo, en ese momento el paseo era más parecido a un «erial», y que en las décadas posteriores se reformó, dándole una forma más agradable.

Examinando lo que en nuestra primera zona de ensanche puede hacerse por parte del Municipio, deducíamos que se encontraba metido en el siguiente dilema: cruzarse de brazos, o levantar un empréstito que permita un poco de libertad de acción, y sin vacilar optábamos por lo segundo.

Se deduce de aquí que deseemos verle lanzarse a toda vela en la corriente de las dudas? ¿Podrá pensarse que creamos conveniente atacar todas las obras de la zona a la vez? De ningún modo.

En primer lugar, puede dejar sentir el Municipio su impulso en aquellos sitios que más conveniente se juzgue; y para aquilatar esta conveniencia, nadie más idóneo que el interés particular. Allí donde este interés se despierte bastante poderoso para coadyuvar a los fines que el Municipio se proponga; allí donde se hagan a este ofrecimientos bien de parte, bien del total de los terrenos que han de servir de calle; allí donde el que haya de ser expropiado se convenga voluntariamente en aplazar el cobro de lo que se le deba; allí donde con alguna obra costeada particularmente venga a unirse el impulso del individuo al del Ayuntamiento, allí debe este atender de preferencia, y no solamente esto por estimular y premiar la espontaneidad del ofrecimiento, sino también porque la espontaneidad de este será siempre seguro indicio del afán de satisfacer necesidades ó del deseo de atacar nuevas edificaciones.

Y lo que decimos respecto de esta primera zoma, se hace por naturaleza extensible a la segunda. ¿Qué calles son las que primero deben urbanizarse de la otra parte del Puente de Cristina? La respuesta es obvia. A cualquiera sitio que el Municipio lance un grupo de obreros, levantará murmullos de parte de los que sean desatendidos y una atmósfera de parcialidad vendrá a extenderse sobre cualquier paso que dé.

Debe, pues, a toda costa evitar que así suceda, Y para lograrlo, no hay solución mejor que la indicada, esto es: nivelar aquellos terrenos cuyos dueños con pruebas más tangibles faciliten la nivelación. Hay, sin embargo, en la segunda zona un punto en el que debiera emprenderse sobre la marcha una serie inteligente de trabajos, tanto porque ellos nada han de costar al Ayuntamiento, antes bien le han de proporcionar recursos, como por que tratándose de un terreno que se halla ya en rasante, es factible ir poco a poco levantando edificios parciales.

Nos referimos al trozo que media entre el puente de Cristina y la calle de Lepanto, o sea la extensión de terreno que hoy conocemos con el nombre de paseo del Puente. En la conciencia de todo el mundo se halla, que hasta no destruir esa solución de continuidad que existe entro el Alcoy antiguo y el moderno, este último será considerado siempre como un arrabal. Urge, pues, que desaparezca esta laguna y que para transitar de noche de un barrio a otro de la ciudad, no se haga preciso recorrer un vasto erial inhabitado. Deben, pues, esos terrenos entregarle a la explotación particular y unir los recursos de su venta al presupuesto del ensanche de la segunda zona.

Podría, sin duda, objetarse, que en una población tan escasa de paseos como la nuestra, se debe ser algo parco en la destrucción de uno de los actuales; pero sobre que es ser bastante poco exigente llamar paseo al erial de que nos ocupamos, nada se opone a que el Ayuntamiento le sustituya con uno de los proyectados, e imponga a sus vecinos el grato deber de ir a esparcir el ánimo en sitio más adecuado al objeto, donde encuentre más atractivos, más comodidad y más extensión que en el indicado sitio. La realización de esta idea permitiría además al Ayuntamiento, edificar alguna de las obras que a su iniciativa se han dejado en el proyecto de ensanche y rectificación de Alcoy.

En suma, y como conclusión de lo que llevamos dicho, vemos que si no se aglomera de una vez el importe de algunos presupuestos, no es posible que se emprenda nada serio, viniendo á quedar como una esperanza nuestra la generosa idea de que más o menos pronto existan en Alcoy esos centros de repugnantes condiciones higiénicas donde viven muchos de nuestros convecinos.

Esta idea de aglomeración de recursos es la que permite a la Diputación de nuestra provincia vecina, plagar su hermoso suelo de carreteras que no hubieran podido costearse con el exiguo presupuesto anual, y que diariamente se subastan, satisfaciendo a los constructores con las obligaciones provinciales de un empréstito creado para ese objeto y nunca de ese objeto desviado. Estúdiese, pues, lo que en dicho punto se ha hecho, y lo que se está haciendo; enúnciense mejores pensamientos si a alguien se lo ocurren; dispuestos estamos a darles toda la publicidad necesaria, y a prestarles nuestro humilde apoyo si los encontramos fáciles y beneficiosos; pues en cuestión tan vital como la que estamos tratando, no ha de parecernos, por nuestro, mejor pensamiento el que hemos enunciado, si no aquel que permita en menos tiempo metamorfosear la manera de ser de los barrios extremos de nuestra querida ciudad de Alcoy; aquel que arrancándonos del quietismo en que yacemos, nos haga desquitar alguna parte de los doce años trascurridos en trámites enojosos y expedienteos interminables; aquel que en una palabra, permita a Alcoy escribir en piedra y dibujar en hierro, el magnífico plano que en tinta china y sobre papel tele, solo sirve hoy de adorno en uno de los salones de nuestra Casa Consistorial, y que siendo solamente una esperanza, deseamos vivamente ver convertido en una realidad.

El Serpis, 31 de octubre de 1882

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